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lunes, 9 de agosto de 2010

A YUYO DEL SUBURBIO





MALEZAS COMESTIBLES DEL CONO SUR y otras partes del planeta

INTERESANTE LIBRO DEL INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DEL COMAHUE EDUARDO RAPOPORT

Cuando recomendamos hortalizas para el consumo, aparecen algunas que no son propias de verdulería, pues no se cultivan. Es el caso del diente de león, la verdolaga o la ortiga, que pertenecen a un rubro poco valorado pero altamente recomendable en el marco de una nutrición vitalizante: las plantas silvestres o espontáneas. Vale citar otras especies que podemos encontrar fácilmente y consumir sus hojas con seguridad: llantén, trébol, vinagrillo, lengua de vaca, nabiza, cardo, malva, quimpe y variedades salvajes de plantas cultivadas, como nabo, berro, rúcula, achicoria, hinojo, quínoa, amaranto, melilotus, alfalfa…

Como bien explica el Dr. Eduardo Rapoport, “una maleza es una planta que crece en un sitio que el hombre considera inadecuado. Hay 10.000 especies de malezas, de los cuales entre el 20 y el 30 % son comestibles. Lo que hoy conocemos como verduras propias de la canasta familiar, fueron malezas en un pasado no muy lejano. La avena, la acelga, la achicoria, la rúcula o el centeno fueron malezas hasta que el hombre aprendió a cultivarlas. Se da la paradoja de que en ciertos lugares se combate las malezas mientras que en otros se las recolecta como alimento, y hasta se las cultiva y exporta. En la antigüedad los recolectores buscaban sustento a partir de variadísimas fuentes durante sus recorridos. La práctica de recolectar plantas silvestres se ha perdido en la mayoría de los países, aunque no en todos. En México no sólo se recolectan los "quelites" (hojas de quínoa) o la verdolaga, sino que se venden en los mercados; y varias de ellas hasta se cultivan. Marruecos también exporta "malezas" comestibles a EEUU, pero la masa principal va para restaurantes italianos, franceses y griegos. En Italia es costumbre de la gente el salir los fines de semana al campo o a las rutas a juntar hojas salvajes para ensaladas. En España se venden cardos silvestres pelados, y al igual que los espárragos silvestres, su precio es apreciablemente mayor que el de las variedades cultivadas. Hay países donde las verduras silvestres constituyen una parte importante y permanente de la alimentación humana. El factor principal de su rechazo es el desconocimiento. La experiencia de nuestras charlas informativas nos ha mostrado que la gente queda sorprendida por la diversidad y abundancia de esas fuentes alimentarias. Frecuentemente, escuchamos comentarios como "recuerdo que mis abuelos preparaban comidas con plantas silvestres, aunque no me acuerdo cuáles eran". El diente de león es 6 veces más rico en nutrientes que la lechuga; en México y Japón se la vende en los mercados por sus excelentes cualidades culinarias. Un caso interesante es la quínoa blanca, que tiene 4 veces más vitamina C que el tomate, el doble de vitamina A que la espinaca y 3 veces más calcio que la leche, según datos provistos de la Secretaría de Agricultura de EEUU”.

Este trabajo del equipo de investigadores liderado por Eduardo Rapoport nos recuerda que “antes del desarrollo de la agricultura (hace unos 10.000 años) el ser humano era cazador y recolector, por lo cual tenía buen conocimiento de los recursos que le ofrecía la naturaleza y los aprovechaba; hoy, en los países civilizados, ese conocimiento se perdió”. Esta edición del INTA estimula el aprovechamiento de la diversidad de malezas presentes, tanto en ciudades y campos, como en la naturaleza, y está destinada a todos aquellos interesados en mejorar sus recursos nutricionales.

En esta obra se abordan 237 especies de malezas ordenadas alfabéticamente por sus nombres científicos, con descripciones detalladas, y proveen información relevante sobre distribución geográfica sectorizada en provincias o estados, hábitats donde suelen encontrase, detalles de las partes comestibles, datos nutricionales y modos de preparación. El libro es acompañado por un CD con fotografías a color que complementan a las ilustraciones de la edición papel, facilitando el reconocimiento de las plantas.

En el prefacio se encuentra una interesante fundamentación, con argumentos e historia sobre el uso de las malezas como comestibles que pone a prueba nuestra capacidad de asombro. Muchas de las especies que alguna vez fueron cultivadas se han escapado transformándose en malezas tanto en producciones agrícolas como en áreas naturales (invasoras). También, a la inversa, muchas de las plantas que fueron malezas, al estudiarlas o recuperar experiencias de nuestros antepasados, ahora son consumidas o son potenciales recursos alimenticios como los que propone esta obra; cuyo énfasis reside en rescatar a muchas plantas del prejuicio de “malas” (latín: malitia). Esta nueva calificación introduce un paradigma en nuestra concepción de los recursos alimenticios y de las especies dañinas, que los autores rebautizan como “buenezas”.

Luego se enumeran algunas recomendaciones, básicamente, para prevenir accidentes por intoxicación con plantas contaminadas o por error de identificación de la especie buscada. Agrega el interesante consejo de confeccionar un herbario de comestibles, que facilitará la tarea de colección en el campo y minimizará los errores de determinación. Antes de enunciar las especies y sus características, presenta algunas recetas y un temprano glosario, con el fin de hacer amigable la lectura de las descripciones a personas no familiarizadas con la terminología botánica. Por fin, encontramos las malezas recomendadas como comestibles. Al principio uno busca rápidamente las “conocidas”, y encuentra a las vedettes de las malezas como son las plagas de la agricultura argentina, entre otras: Diplotaxis tenuifolia (flor amarilla), cuyas hojas pueden ser consumidas en ensaladas, o también el temido Sorghum halepense (sorgo de alepo), cuyos granos pueden ser molidos para hacer harina. Dentro de las ruderales, encontramos la molesta e irritante Urtica urens (ortiga) devenida en una verdura muy digestiva; sus hojas se utilizan especialmente en sopas (similar a la espinaca). En los céspedes hallamos la nutritiva Taraxacum officinale (diente de león) que puede ser consumida en su totalidad y es uno de los casos de viejas plantas cultivadas que se han escapado de cultivo. Al final del libro aparece el índice general de nombres científicos y vulgares. El libro celebra la diversidad biológica desde un sentido amplio. La lectura lineal fundamenta el aprovechamiento de la diversidad de malezas presentes, tanto en ciudades y campos como en la naturaleza. Esta información podría ser utilizada por personas que están en situación de riesgo alimentario, poniendo de relieve la importancia de la obra y la necesidad de que sea acogida por sectores educativos y políticos. Por otro lado, favorece la biodiversidad de plantas nativas al fomentar la extracción de exóticas que compiten por los recursos como agua y nutrientes. La adopción de la práctica masiva de recolección de malezas para su consumo, podría contribuir a disminuir las poblaciones silvestres de plantas exóticas que atentan contra la supervivencia de especies y ecosistemas. La obra genera beneficios sinérgicos de aprovechamiento de nuevos recursos, manejo de exóticas y educación ambiental.

Fuente: Nutrición Depurativa.
  Fotos:
Diente de León (Taraxacum officinale) Hojas, Flor y Fruto (E.H.Rapoport)


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